MONJES CERVECEROS: LOS MEJORES PRODUCTORES DE CERVEZA

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Algunas de las mejores cervezas del mundo son elaboradas por monjes dentro de antiguas abadías. Los franceses y los belgas, con permiso de la iglesia, fueron los primeros en convertirse en fabricantes y distribuidores para recaudar fondos para su actividad. Esta peculiar tradición hunde sus raíces en la Edad Media y todavía se mantiene viva hasta nuestros días.

¿Por qué los monjes decidieron elaborar Cerveza? El primer motivo es que esta bebida era mucho más saludable que el agua. Por aquel entonces, esta se recogía directamente de los ríos por lo que normalmente estaba contaminada y producía muchas enfermedades. Sin embargo, para hacer cerveza había que hervirla y por tanto se purificaba. Así, los monjes se dieron cuenta de que las personas que bebían cerveza no se ponían enfermas.

Además de esto, otro motivo por el que los monjes decidieron elaborar cerveza, es que era muy nutritiva. En tiempos de ayuno, como por ejemplo en Cuaresma, solo se les permitía beber por lo que la cerveza era un gran sustento gracias a la cantidad de nutrientes y carbohidratos que contiene. Muchos le llaman, por eso, “el pan líquido”.

Y el último motivo es que los monjes se dieron cuenta de que al vender la cerveza obtenían unos ingresos adicionales que les venían bien para mantener en buen estado su monasterio y, además, donar una parte a personas necesitadas del pueblo en el que se encontraba la abadía. Hacer cerveza era, en aquel momento, una actividad muy rentable.

Hoy en día las cervezas elaboradas en monasterios son muy codiciadas ya que, normalmente, los monjes solo hacen la cantidad justa para financiar su pequeña comunidad y no hacen negocio de ello. Ellos mismos lo explican así: “elaboramos cerveza para vivir, no vivimos de la cerveza. Producimos la cantidad necesaria para financiar nuestra comunidad”.

Las cervezas elaboradas por los monjes suelen ser, por lo general, turbias y de fermentación alta. También es importante que respeten una serie de criterios definidos por la Asociación Internacional Trapense, que, además se encarga de otorgar el logo “Authentic Trappist Product” (ATP). De todas las abadías que existen en el mundo solo hay once, seis de ellas en Bélgica, que cumplan con estos requisitos y luzcan dicho logo en su botella.

Por lo general, la visita a las abadías no está permitida y solo los monjes cerveceros conocen los secretos de la fabricación de sus cervezas. Por lo tanto, además de ser un producto muy exclusivo, también despierta un gran interés entre los aficionados a la cerveza.